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miércoles, 19 de mayo de 2010

EL TABACO: DESDE CUBA HASTA CANARIAS. (SEGUNDA PARTE)

Por: Miguel Leal Cruz*
(Foto de Internet)

Como se analiza en el artículo precedente, los canarios emigrados en Cuba, con nuevas técnicas agrícolas ya aprendidas desde ancestros que les precedieron allí y ahora adaptadas a cada terreno apropiado, asumieron la labor de cultivar tabaco, planta autóctona del Caribe, y cuya actividad no era del interés de otros emigrados peninsulares.

El estudioso y profesor palmero, Lic. Anelio Rodríguez, citado en la primera parte, ratifica la dedicación del isleño canario a esta actividad agrícola, y considera que los nativos antillanos no cultivaban el tabaco a la llegada de Colón; era una planta que crecía en estado salvaje y se hallaba virgen en los valles húmedos, tanto de Oriente como del Occidente cubano. Si bien era aprovechada por estos para sus ritos, como estimulante y como planta medicinal. Los primeros que cultivan este producto de forma sistematizada, aplicando con esfuerzo el conocimiento agrícola europeo como

queda dicho, fueron precisamente los colonos canarios que pronto extienden este cultivo por diversos lugares, al principio en las proximidades de La Habana, junto a las vegas de buena tierra próxima a los ríos, así investigado por el Dr. Manuel Hernández (ULL).

Como se ha dicho en otro momento, durante el siglo XVII tiene lugar la máxima actividad de estos “vegueros tabaqueros”, cuyo nombre más conocido era el de “guajiros isleños”, haciéndose célebres como institución netamente canaria para la siembra y cosecha de tabaco en distintos lugares de la isla antillana. Su protagonismo llegó al máximo en su afán defensivo de sus derechos, en los acontecimientos habidos en las vegas de San Antonio del Monte, próximo a La Habana, a principios del siglo XVIII, en actos de rebeldía hacia los emisarios de la Corona. Actos estos considerados como el primer enfrentamiento apreciable entre cubanos y la Administración colonial española, y que la historiografía cubana actual, llega a considerar inmerso en el proceder revolucionario.

Como ya se indicó en otro apartado, en 1717 una Real orden estableció el monopolio de la Corona Española sobre el tabaco que habría de venderse al Estado a un precio tasado previamente. El 21 de agosto de dicho año los pequeños propietarios tabaqueros, en número de canarios cientos se concentraron el la citada población de Jesús del Monte. Al no llegar a acuerdos con los representantes de la Corona se sublevan, y llegan a manifestarse en La Habana capital al día siguiente obligando a los funcionarios reales a esconderse y huir, cesando provisionalmente el estanco. Pero, el nuevo Gobernador español dispone restaurar el monopolio abolido, y provoca nuevas sublevaciones hasta llegar al motín general entre los días 14 y 27 de julio de 1720. Con la mediación del rico oligarca José Bayona Chacón, se logra retornar al status anterior bajo promesa “de que las demandas de los vegueros serán atendidas”. Estos, nuevamente defraudados en sus expectativas comerciales y ser convertidos en objeto especulativo al tener que vender su producción a precios muy bajos, deciden, unos 300 de ellos, destruir y boicotear sus propios sembrados en la repetida zona de Jesús del Monte, durante febrero de 1723, por lo que el Gobernador les amenaza incluso con la pena capital…

El desenlace es lamentable. Ha sido analizado por el profesor Manuel Hernández de la Universidad de La Laguna, ya citado, quien apunta que los vegueros resultan detenidos, fusilados y colgados sus cuerpos en los caminos próximos como escarmiento (en típica fórmula medievalista europea). Resultarían próximo a 50, incluso más, los desaparecidos, consecuencia de la persecución implacable de que fueron objeto estos canarios, catalogados como verdaderos rebeldes contra la dominación española, según historiografía al respecto; y pioneros de cualquier otra revolución cubana, así calificado por otros historiadores cubanos; o como la primera huelga popular y de conciencia del pueblo proletariado en aquella parte de América, en la segunda década del siglo de las Luces. Impensable para dichas fechas.

A finales del siglo XIX, según otras fuentes aportadas por Anelio Rodríguez a RNE en 1992, como consecuencia de la definitiva guerra cubana (1895-98) y sus efectos sobre la colonia canaria allí asentada, retornan numerosos emigrados, los de más edad, hasta estas sus islas de origen, con la experiencia adquirida.

En la isla de La Palma llegan muchos de estos expertos conocedores del cultivo tabaquero, en especial los vegueros especialistas en Cuba, iniciándose de forma plena la elaboración, industrialización y comercio del producto. La Palma se convertirá en la principal productora de tabaco elaborado de todo el Archipiélago, y pionera incluso para concertar acuerdos comerciales con Tabacalera Española que adquirirá la totalidad de la producción obtenida en la isla.

Aquí habría que destacar a un destacado cubano-isleño de enorme prestigio en la Cuba del momento: Luis Felipe Gómez Wangüemert, peculiar periodista, escritor, político, emigrante y masón, que había permanecido en Cuba desde los tiempos coloniales. Despegó su actividad, una vez en su isla natal, en dos frentes diferenciados: mediante la utilización de la prensa para informar (o criticar) los errores derivados del cultivo tabacalero, o como en alusión constructiva en torno a la explotación insular del producto en su relación con la política española del momento, principal cliente comercial. Asimismo colaboró con las empresas palmeras “Africana” y “Flor de Palma”, desde asesoramiento y promoción agrícola por su experimentado conocimiento adquirido en sus plantaciones de Pilar del Río (Cuba) donde se afincó a su llegada a la isla antillana a finales del siglo XIX, y allí permaneció antes y después de la independencia, donde desempeña diversos oficios y actividades, incluida la de corresponsal, según recoge el profesor Manuel de Paz en Wangüemert y Cuba.

En la revista agrícola-industrial llamada El Tabaco, intentó incorporar las técnicas usadas en Cuba dándolas a conocer a través de diferentes artículos en la misma, aunque reconoció “que no le hacían mucho caso”. Regresaría a Cuba definitivamente en los estertores de la guerra civil española para no regresar jamás. Allí moriría en su casa habanera lejos de su ciudad natal, Los Llanos de Aridane, y con el lamento en sus labios cuando repetía: “agua de la Caldera, agua que no volveré a beber jamás”. Republicano coherente, en postura que siempre le perjudicó…

En cuanto a la Isla de Tenerife, que le sigue en importancia productiva en el referido cultivo originario de Cuba, el profesor, también palmero, en la Universidad de La Laguna, Wladimiro Rodríguez Brito, nos dice que en Tenerife dicho cultivo fue tan importante como el en la Palma (esta isla tiene tres veces la superficie de la llamada “bonita”) siendo sus comarcas preferidas y más aptas para su elaboración, las zonas del Norte, comarcas medias del Valle de La Orotava, Cruz Santa y La Perdoma en Los Realejos y también se sembró en el sur de la isla en los periodos de fuerte auge, pero con menos resultados por inviabilidad climatológica adecuada.

También las islas de La Gomera, Gran Canaria e incluso Lanzarote y El Hierro tuvieron actividad en este sector, menos destacado que en las aludidas

Como palmero conocedor de la geografía insular también nos habla del éxito obtenido con el cultivo en la Caldera de Taburiente, El Paso, (cuyas condiciones de humedad y temperatura idónea son tropicales y por tanto similares a las vegas cubanas). Apunta, también, como zonas de excelente calidad las de Velhoco en Santa Cruz de La Palma, y las de La Rosa en Mazo, sin perjuicio de otros lugares aislados en que los mismos agricultores, al modo cubano, sembraban pequeñas huertas, la mayoría para consumo propio que fumaban en cachimba o mascaban, o vendían en los mismos lugares de elaboración.

De hecho este cultivo potenciado desde Cuba, fundamentalmente a fines del siglo XIX y principios del XX, subsanó en parte el problema económico derivado de la caída de la cochinilla y de la vid, productos comerciales estos arraigados desde muchos años antes en casi todo el Archipiélago. No obstante, la actividad tabacalera en sus aspectos productivos, de elaboración y de comercialización, fue considerada por muchos investigadores como único sector industrial para estas islas. Por esto se mantuvo hasta tiempos muy avanzados del siglo que nos ha dejado, en actitud administrativa poco razonable. Si bien, hoy, de forma artesanal se siguen fabricando puros en esta isla, especialmente en zonas del este palmero.

EDIT. PERIODISMO HISTORICO S.L. -LA LAGUNA-

*Extracto del libro Canarias-Cuba. Perspectivas cruzadas, 2010, editado por el autor.

1 comentario:

Michael dijo...

José, una pregunta, la comida de Cuba es cubana o española?

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