Crée usted de que Cuba estaría mejor como:

miércoles, 19 de enero de 2011

HISTORIA DE LA ESCLAVITUD (Volumen VI). Por José Antonio Saco (Para acabar con al Mito de los pobrecitos indios americanos) ( Parte II )



(Foto de Internet. Continuación) (Colaboración de Anónimo)

CASA DE ALTOS ESTUDIOS DON FERNANDO ORTIZ
UNIVERSIDAD DE LA HABANA
BIBLIOTECA DE CLÁSICOS CUBANOS
RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DE LA HABANA Juan Vela Valdés
DIRECTOR Eduardo Torres-Cuevas
SUBDIRECTOR Luis M. de las Traviesas Moreno
EDITORA PRINCIPAL Gladys Alonso González
DIRECTOR ARTÍSTICO Luis Alfredo Gutierrez Eiró
ADMINISTRADORA EDITORIAL Esther Lobaina Oliva


Nueva España

 Hubo también esclavos en el vasto país de Anáhuac, llamado Nueva España por los españoles.36

 Después de la batalla que ganó Cortés a los indígenas de Tabasco, los caciques, para captarse su amistad, le regalaron 20 esclavas, y entre ellas la nombrada Marina, amiga de Cortés, y que sirviendo de lengua a los españoles, tan útilles fue para la conquista del imperio mejicano.37 

Regalos semejantes le hicieron también otros señores en la marcha atrevida que emprendió desde las costas a la ciudad de Méjico.38

 En las provincias que ya tenían alguna civilización como Méjico y Tetzcuco, hubo leyes que regularizaron la esclavitud, determinando los diferentes modos con que el hombre libre podía perder su libertad.

 El que una sola vez, o por costumbre, hurtaba cosa de poco valor, y ni él la restituía, ni sus parientes la pagaban, era esclavizado.39  Si damos crédito a Herrera, tanto rigor hubo en la provincia de Tepeac y algunas otras del imperio mejicano, que una sola mazorca de maíz 40 hurtada en un camino, bastaba para hacer al ladrón esclavo del amo de ella.41 Para incurrir en esta pena, el padre Las Casas eleva a cinco el número de mazorcas,42 y justamente censura la dañada intención de algunos indios, pues dice que “con fraude y cautela y dolo muchas veces ponían 10 y 12 mazorcas o espigas de maíz cerca del camino para que cualquiera que pasase por él, cayese en el lazo de la dicha servidumbre”.43

Aún fue más rigorosa la legislación del reino de Acolhuacan, del que fue capital Tetzcuco, pues su rey Nezahualcofotl, que murió en el año 1470 de nuestra era, hizo una ley por la cual condenó a muerte a todo el que robaba alguna cosa en campo ajeno, siendo tan severo que esta pena se aplicaba aun por el hurto de siete mazorcas de maíz. Permitiose, sin embargo, a los viandantes pobres coger éste y las frutas de las plantas que se hallaban a la orilla del camino, en cantidad suficiente para satisfacer el hambre.44

 He hablado en el párrafo anterior de la legislación de Tepeac y de la del reino de Acolhuacan; y esto indica, que todas las provincias sometidas a los mejicanos no se rigieron generalmente por las leyes de la capital, pues así como no se las forzaba a hablar la lengua de aquélla, tampoco a adoptar sus leyes. La legislación de Tetzcuco, o sea del reino de Acolhuacan, fue la que más se conformó a la de Méjico, aunque difería de ella en muchos puntos, y era más rigorosa.45

 El que cometía algún hurto considerable, aunque sólo fuese por primera vez, era también esclavizado en favor del dueño de la cosa sustraída; y si reincidía, castigábasele con pena de muerte.46 Al que hurtaba en el mercado público cosas de valor, como mantas ricas y joyas de oro, o en él vendía los objetos hurtados en otra parte, buscábanle con empeño los guardas encargados de la policía del tianguiz, que era el nombre de aquel mercado; 47 y el primero de ellos que lo encontraba, lo hacía esclavo suyo,48 si aún tenía en su poder la cosa hurtada, porque en caso contrario se le mataba a palos.49

 En la región donde habitaban los mixtecas, se esclavizaba a los deudores insolventes.50

 Cuando los españoles llegaron a Tlaxcala, vieron que los tlaxcaltecas tenían esclavos indios; y como sus matrimonios eran lujosos, los parientes del novio regalaban a la novia, entre otras cosas, esclavos y esclavas.51

 En la muerte de los señores acostumbraban, a semejanza de los antiguos escitas, arrojar vivas en la hoguera junto con el cadáver las mujeres que más quería, y algunos esclavos y esclavas, para que le sirviesen en la otra vida, según creían. Si no los quemaban, enterrábanlos entonces en los sepulcros de bóvedas que usaban, junto con las personas indicadas.52

 En Tlaxcala también se impuso pena de muerte a los traidores y a sus deudos hasta el 7o grado; 53 pero en las provincias de Méjico, de Tetzcuco y en algunas otras no morían los parientes de aquéllos, sino que eran esclavizados hasta el 2o grado, 54 y sólo en el caso de que, sabedores de la traición, no la hubiesen denunciado.55

 El hombre libre que fecundaba esclava ajena, y ésta moría durante su embarazo, era esclavizado. 56 Éralo también el que escondía o hurtaba algún niño para servirse de él o venderlo como hijo suyo; y al que esto último hacía, confiscábansele además los bienes, dándose una mitad al niño robado, pagándose de la otra mitad al comprador el precio que por aquél había dado.57

 Si personas libres eran robadas, eran lo con más frecuencia los esclavos, pues los traficantes de ellos comúnmente cometían el delito de plagio.58

 Cuando los vasallos no pagaban al monarca el debido tributo, después de vencido el plazo que les daban los recaudadores, eran o sacrificados, o vendidos para cubrir la deuda con su importe.59 Aquel que sin ser amo, o hijo de éste, impedía al esclavo prófugo que se acogiese al palacio del emperador, incurría también en la pena de esclavitud. 60 Suerte igual corría con la confiscación de sus bienes el que vendía tierras ajenas que tenía arrendadas.61

 Algunas mujeres y hombres holgazanes solían venderse a otras personas como esclavos para continuar por algún tiempo los desórdenes de su vida.62 Fue costumbre entre las mujeres licenciosas el engalanarse, darse colores, o pintarse el rostro y los labios;63 y como ellas se entregaban al libertinaje, no por el interés, sino por sensualidad, a veces, no teniendo con que adornarse, vendían su libertad.64

 Así en esta venta, como en la anterior, los esclavos comprados no empezaban a servir inmediatamente, sino que el comprador les daba un plazo más o menos largo, pero que rara vez pasaba de un año, para que disfrutasen del precio que habían recibido.65

 Lo mismo acontecía con los hombres, que dados al juego de la pelota 66 y del patolli que era lagos semejante al de los dados, 67 llegaban al extremo de jugar su libertad, 68 como los antiguos germanos. 69. El precio comúnde estas ventas eran 20 mantas, las cuales formaban una carga de ropa, llamada cenanquimilli; y como todas no eran del mismo tamaño, dábanse ya más pequeñas, según la calidad de la persona comprada.70

 Además de las mantas, los mejicanos se sirvieron de otras materias para su comercio y la compra de esclavos. Robertson, en el libro VII de su Historia de América, dice que en Méjico no se conoció el uso de la moneda, pero éste es uno de los errores de su obra. El comercio de aquella nación se hacía, no sólo por permuta, sino por verdadera venta monetaria, pues los mejicanos emplearon varias especies de moneda, aunque no acuñada. La más abundante y general de todas fue el cacao en grano: un saco con 8 000 de ellos se llamó xiquipil, y los comercian- tes, para comprar cosa de algún valor, tenían sacos de tres xiquipiles, o 24 000 granos. Otra especie de moneda consistía en cañoncitos de pluma de ocha (italiano ¿ganso?), llenos de granitos o polvo de oro, cuyo valor variaba en razón de su tamaño. Los objetos de poco valor se compraban con ciertas telillas de algodón llamadas patolguachtli. Cortés descubrió que en algunas provincias se servían de piececitas de estaño muy delgadas en forma de T.71

 También la miseria forzaba a muchos indios a vender su libertad y la de sus hijos;72 bien que la venta era nula, si éstos no consentían.73 En las de los hijos dice Torquemada: “acontecía muchas veces que habiendo servido aquel hijo algunos años, parecíales que era bien repartir el trabajo y daban al Señor otro de sus hijos, y sacaban de servidumbre al primero, y no sólo holgaba de ello el amo, más daba por el que entraba de nuevo en su servicio otras tres, ó quatro mantas, ó cargas de maiz”.74

 Estas ventas de los indios pobres y de sus hijos se multiplicaban lastimosamente en tiempos de hambre. En las dos terribles que afligieron una parte del imperio mejicano bajo los reinados de Moctezuma I y Moctezuma II, vendiéronse los hombres unos a otros por una corta cantidad de maíz. En la primera, acaecida en 1452, viendo aquel monarca  que le era imposible socorrer a sus vasallos, y que muchos se hacían esclavos para sustentarse aun por sólo dos o tres días, mandó que nin- gún hombre libre pudiera venderse por menos de 500 mazorcas de maíz, ni mujer por menos de 400.75

 Otro modo particular de esclavitud, llamada huehuetlatlacoli, que en lengua mejicana significa culpa o servidumbre antigua, consistía en que una o dos familias acosadas de la miseria se juntaban para vender uno de sus hijos, y repartir el precio entre sí, obligándose cada una de ellas a reponer el esclavo, aun cuando muriese. Esta obligación era trasmisible a sus descendientes; sólo se eximían de ella si el esclavo moría en casa del amo, o si éste tomaba algo de lo que aquél tenía; pero el amo, para conservar siempre su derecho, no cogía nada perteneciente al esclavo, ni menos permitía que éste habitase en su casa. Si después de algunos años de servicio, el hijo esclavo deseaba descansar o casarse, entonces pedía a las familias que lo habían vendido que otros miembros de ellas entrasen a servir en su lugar por cierto tiempo; pero aun en el caso de que otro lo reemplazare, ni él, ni la mujer con quien se casaba, quedaban exentos de la obligación primitiva.76

 Habiéndose abusado de la ley que autorizaba esta especie de esclavitud, y temiéndose los excesos que se hubieran cometido con el hambre de 1505, Nezahuelpilli, rey de Acolhuacan, la abolió, libertando de todo compromiso a las familias obligadas, y lo mismo hizo Moctezuma II en otras partes de su imperio.77

 Para evitar fraudes, las ventas de personas libres o de esclavos se hacían comúnmente en presencia de cuatro o más testigos ancianos; los cuales intervenían también en fijar el precio entre el comprador y el vendedor.78

 Hombre hubo de mala fe que se vendía dos veces a distintas personas para participar de doble precio. En este caso, el esclavo era del amo que lo había comprado delante de testigos y con otras seguridades; pero si las dos ventas se habían hecho con los mismos requisitos, entonces se declaraba propiedad del primer comprador.79

 Vendíanse los esclavos no sólo en lugares privados, sino en los mercados públicos;80 y la vez primera que los españoles entraron en Méjico, vieron en la gran plaza de aquella ciudad muchos esclavos y esclavas de venta, sueltos unos, y atados otros en unas varas largas y con collares al pescuezo para que no se huyesen.81

 Pero el mercado más famoso del imperio no estaba en Méjico, sino en Aztcapotzalco, provincia de Xicalanco, distante algunas leguas de aquella capital. Los tetzcucos ligados con los aztecas, destruyeron la ciudad de Aztcapotzalco, capital del rey Maxtla de la raza de los tepanecos, y en el campo desierto que quedó se estableció el gran mer- cado de esclavos, al que acudieron después los pueblos de Anáhuac.82

 “Allí —dice Sahagún83 —, habia ferias de esclavos, allí habia feria de ellos, y allí los vendían los que tratavan en esclavos, y para venderlos aderezávanlos con buenos atavíos á los hombres, buenas mantas y maxtles y sus cotaras muy buenas: ponian sus bezotes de piedras preciosas, y poníanles sus orejeras de cuero hermosas con pinjantes, y cortábanles sus cabellos como suelen los capitanes cortárselos; y poníanles sus sartales de flores y sus rodelas en las manos, sus cañas de perfumes que andaban chupando, y andaban bailando ó haciendo areyto de esta manera compuestos. Y los que vendían mugeres tambien las ataviaban; vestianlas de muy buenos vipiles, y ponianlas sus enaguas ricas, y cortábanlas los cabellos por devajo de las orejas; una mano o poco más todo al rededor. El tratante comprava y vendia los esclavos, alquilava los cantores para que cantasen y tañesen el Teponaztli para que bailasen y danzasen los esclavos en la plaza donde los vendian; y cada uno de estos tratantes ponia los suyos para que aparte bailasen. Los que querian comprar los esclavos para sacrificar y comer, allí iban á mirarlos quando andavan bailando y estavan compuestos, y al que veian que mejor cantava y mas sentidamente danzaba conforme al son, y que tenia buen gesto y buena disposicion, que no tenia tacha corporal, ni era corcobado, ni gordo demasiado, y que era proporcionado y bien hecho en su estatura, como se contentase de algun hombre ó muger, luego hablaba al mercader sobre el precio del esclavo. Los esclavos que ni cantaban ni danzaban sentidamente, dábanlos por 30 mantas; y los que cantaban y danzaban sentidamente y tenían buena disposición dábanlos por 40 quachtles ó mantas. Habiendo dado el precio que valia el esclavo, luego el mercader le quitaba todos los atavios con que estaba compues- to, y poniale otros atavios medianos, y asi las mugeres en sus atavios; lo cual llevavan los que los compravan aparejados, pues que sabian que les habian de quitar el atavio conque estavan ataviados. Y llegando á su casa el que los llevara comprados, echávalos en la carcel de noche, y de mañana sacávalos de la carcel; y á las mugeres davanlas recaudo para que ilasen entre tanto que llegaba el tiempo de matarlas: á los hombres no les mandaban que hiciesen trabajo alguno. El que compraba escla- vos hombres, ya tenia hechas unas casas nuevas, tres ó cuatro, y hacia á los esclavos que bailasen en los tlapancos cada día. Y este que havia comprado los esclavos para hacer convite con ellos, despues de haber llegado todas las cosas necesarias para el convite y de tenerlas guarda- das en su casa, asi las que se havian de comer como las que se havian de dar en dones a los convidados, como son mantas que se havian de gastar en el banquete hasta 800, ó 1 000 mantas de muchas maneras, y maxtles 400 de los ricos, y otros muchos que no eran tales (...) Y después de esto daban dones á los mercaderes de los principales que havian venido al convite de otros pueblos que eran 12 pueblos, y estos eran tratantes en esclavos y escojidos entre muchos; y despues de estos davan dones á las mugeres mercaderas y tratantes en esclavos”.

 Vendíanse en los mercados esclavos de ambos sexos y de diferentes edades; y cuando los principales mercaderes, a quienes se llamó tealtiacoanianie, recorrían varios países, pasando por algún territorio enemigo, vestíanlos con armas defensivas para que no se los matasen.84

 Los comerciantes eran tenidos en gran estima, y hombres y mujeres se dieron al tráfico de esclavos.85

 La guerra, fuente muy fecunda de esclavitud en las antiguas naciones del viejo continente, no lo fue en el imperio mejicano. Ella le dio pocos esclavos, y tanto menos, cuanto más nos acercamos a la época del descubrimiento y conquista de los españoles. Esta anomalía no provino de que las razas que habitaron aquel vasto territorio, hubiesen sido todas pacíficas. Los aztecas o antiguos mejicanos, que se cree bajaron del norte y que llegaron a las fronteras de Anáhuac a principios del siglo XIII, siempre se distinguieron por su valor y aun ferocidad; y este espíritu guerrero fomentado y tenido en gran honor,86 llevolos poco a poco a la conquista de las razas que ocupaban aquella región hasta las playas del golfo que hoy llamamos mejicano. A primera vista parece que tantas guerras como tuvieron los aztecas, debieron darles muchos esclavos, y que la civilización que alcanzaron, influiría en que respetasen la vida de los prisioneros para servirse de ellos; pero su carácter feroz y la religión sanguinaria que profesaron, los arrastró, no a mantener esclavizados a los vencidos, sino a inmolarlos casi todos en los altares de sus dioses.

 De las razas primitivas que poblaron el Anáhuac, los toltecas fueron los menos bárbaros y de ellos emanó la civilización que encontraron los europeos en aquel país al tiempo de la conquista.87 Sus ofrendas a los dioses que adoraban, consistían en maíz, frutas, gomas olorosas, y algunos animales, sobre todo, codornices. Este rito adoptaron al principio los aztecas o mejicanos, y de aquellas aves inmolaron muchas a sus divinidades.88

 El sol y la luna fueron las de los chichimecas. Durante mucho tiempo, ellos no les ofrecieron sino flores, frutas, hierbas y copal; y sólo sa- crificaron hombres, cuando el contagioso ejemplo de los mejicanos alteró su religión.89

 ¿Pero de dónde tomaron éstos tan bárbaro rito? La historia no lo dice; mas, se puede inferir que nació de sus crueles instintos, del espíritu belicoso que los había familiarizado con la sangre, del odio a sus enemigos y del fanatismo de sus sacerdotes. No es, pues, extraño que los aztecas hubiesen inmolado víctimas humanas, porque lo mismo hicieron otros pueblos bárbaros de la Antigüedad, y lo mismo hacen hoy algunas tribus salvajes indias y africanas: lo que sí asombra es el número prodigioso de hombres que sacrificaron en sus altares; número que si en su inmensa mayoría se compuso de prisioneros esclavizados, a veces se llenó, cuando éstos faltaban, con algunos delincuentes y esclavos expresamente comprados para el sacrificio.90

(Continuará)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es muy interesante, pero es muy extenso el escrito y cuesta leerselo hasta el final.
Jose Ramón son muy largos de leer.
Saludos.

José Ramón Morales dijo...

Hola Anónimo, tienes razón, y faltan dos más, pero los pongo pues es tanto lo que se ha dicho siempre de "los conquistadores, españoles y los pobres indios", que yo pensé que valía la pena ponerlo en detalles para callar a muchas bocas venenosas. No tienes que leerlo todo, pero es bueno que este ahí, para que no se olvide, al menos como los artículos demasiado grandes, jajaja.
Un abrazo

Buscar este blog